Turquía es el punto donde Oriente y Occidente se encuentran para danzar en una sinfonía de historia, aromas y colores. Es un país de contrastes infinitos: mezquitas que se reflejan en las aguas del Bósforo, bazares que laten como corazones antiguos, y paisajes que parecen nacidos de un sueño. Cada rincón guarda una historia milenaria, un eco de imperios y civilizaciones que todavía susurra en el aire.

En su capital, Estambul, las llamadas a la oración se mezclan con el bullicio de los mercados y el murmullo del mar. Es una ciudad suspendida entre dos continentes, donde el pasado otomano convive con la modernidad más vibrante. Cruzar el Puente del Gálata o navegar por el Bósforo es viajar a través del tiempo y la belleza.

Al sur, la Capadocia despliega su paisaje lunar de chimeneas de hadas y globos al amanecer; un espectáculo que deja sin palabras. Más allá, la costa del Egeo y del Mediterráneo ofrece ruinas clásicas, playas doradas y pueblos encalados donde la vida transcurre despacio, entre el olor del café turco y el sonido de las olas.

Turquía es también un festín para los sentidos: el sabor del kebab recién hecho, el dulzor del baklava, el misterio del té servido con arte y calma.

Viajar por Turquía es adentrarse en un mosaico de culturas, donde cada paso revela un fragmento de eternidad. Una tierra mágica que no se recorre: se siente, se sueña y, al partir, se lleva en el alma.